03 de gener 2007

Cuaderno One - Page 58

Las tostadas con aceite y jamón dulce me traen a la memoria los días en que, siendo un niño, por enfermedad, me quedaba en casa. No asistía a clase. Me saltaba las clases, pero no pasaba nada. Mi abuela, me despertaba con las tostadas y el jamón dulce y me dejaba repetir.

Mi abuela murió. Hoy hace un año. En mi homenaje particular, llamo al trabajo y les argumento que me encuentro mal. Preparo unas tostadas con aceite y jamón dulce. Me meto en la cama y me las como. Salgo de la cama y repito. Me salto el trabajo. Hecho de menos a mi abuela, que hace un año, decidió saltarse la vida y comer tostadas en el cielo.

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Lo esencial, es dar a las cosas la importancia que tienen. En caso de duda, la importancia es ninguna.

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Cuando creas el poder y te haces con él, corres el peligro de que otros lo tomen. Entonces, solo entonces, te das cuenta del monstruo que has creado, el que eres y el que son.

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El sistema creó grandes mentiras para mantenernos atrapados dentro de él. Las mentiras se convirtieron en verdades y el sistema quedó también atrapado por el miedo a sus propias verdades.

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No busco ser comprendido. No se que es la comprensión.

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Los niños tienen esa energía que después desaparece para siempre.

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Me aislé. Me aislé de todo. Cerré los ojos e intenté crear algo, pensar algo por mi mismo, sin influencia, sin idea inicial. No pude. Era esclavo de todo lo que contenía.

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Mi abuelo fue militar y mi padre fue soldado. De sus dos hermanas, mis tías, una murió en el frente y la otra desertó.
Mi padre fue soldado por vocación. Soldado sin aspiraciones de mando. Soldado raso. Trabajó siempre en la misma empresa. Fue fiel a ella. Acató las órdenes de sus jefes, la escala de mando y nunca puso objeciones a ello. Obedeció en todo y a todos en un acto de abnegación total. Sin rechistar.

Mi madre, huérfana de padre desde muy jovencita, tomo las riendas de su vida y de la de los que la rodeaban. Fue teniente coronel. Dejó el trabajo, se atrincheró en casa y formó su tropa hasta que se licenciaron. Hablaba siempre en voz alta, chillando y sus argumentos terminaban siempre siendo apoyados por su rango.

Los terceros, el tiempo y la religión actuaban como un bálsamo en la tensa relación entre mis padres. Pasados los años, muerta mi abuela y nosotros fuera de casa, mi madre accedió a la dictadura y mi padre, ya jubilado, hizo sus primeros pinitos como general. General golpista.

La casa cuartel donde nos habíamos criado se convirtió en un polvorín. Los reproches del general golpista al dictador, no hacían más que acrecentar la tiranía de éste.

Por temor convertirme en lo que habían reprimido en mí, las visitas a casa de mis padres, se distanciaron en el tiempo. Había durado tanto tiempo, que ya no sabía lo quien era.