31 de desembre 2006

Cuaderno One - Page 23

De repente no entendí la vida lejos de su sexo. Lejos de sus manos. Lejos de su piel. Lejos de las profundas penetraciones. Lejos del encuentro de dos intimidades que eran ya solo una. No era dependencia. Era como comer bien, no quería dejar de hacerlo, como marcharse de casa de los padres, no quería volver.

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Isaac es adventista. Es adventista y es feliz. No escoge novia, se la escogen. Los adventistas no creen en el amor a primera vista. Adventista del séptimo día. Su novia y futura mujer, es venezolana. Hoy me la quiere presentar. Es feliz. Mi perro también era feliz. Solo tenía tres actividades principales: cagar, comer y dormir.

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Durante mucho tiempo pensé que siempre lo hicimos igual. Me refiero al sexo. Evidentemente no era verdad, pero el problema no era tanto este, si no el hecho de que lo percibía así.
Abrimos una línea de investigación. Me parecía algo imprescindible, dejarme llevar por lo que el cerebro elaborara, para, más tarde, ejecutarlo con el no cerebro. Como una conversación por partes, que iba a durar toda la vida.

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Richard Clayderman. ¿Que se hizo de aquel chico de pelo rubio, perfectamente vestido, sentado frente al piano? No lo se. Busco en internet, pero no lo encuentro. Cuando parece que empiezo a encontrar algo la conexión se corta. Llamo al proveedor para saber a que se debe el corte. Después de una breve introducción me ponen a la espera con música de Richard. Ahora ya se que se ha hecho de él, permanece sentado frente a su piano, tocando sin parar, rodeado de micrófonos que captan su música para enviármela por teléfono. Ya se lo que necesitaba saber. Cuelgo.

Llevo dos días pensando en Richard. ¿Le dejarán parar de tocar? Son casi las dos de la madrugada, llamo y sigue ahí, dale, con su piano tocando día y noche. Le tienen esclavizado. Se acabaron para siempre las giras y los conciertos. Quizás es lo que siempre quiso, tocar y tocar, sin parar.

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La existencia había tenido sentido por Dios. Por Dios y por no Dios. Por creencia o por negación, pero nunca por si misma. La estructura de la existencia se derrumbó con la desaparición de Dios. No había nada en lo que creer ni nada que negar. En el año 0 S.D. (sin Dios), todo empezó de nuevo para la humanidad.

El poder asignado a un tercero, alejado, todopoderoso, culpabilizador y a la vez responsable de todo, desapareció. Sin nadie a quien dar explicaciones, sin nadie a quien pedir perdón, todos y cada uno de nuestros actos gozaban de una libertad desconocida hasta el momento. Lo que hasta el momento se había dado en llamar libertinaje.

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El derecho romano fue el inicio de todo. La desaparición del hombre, del individuo independiente. Sus argumentos quedaron para siempre sometidos a las reglas del juego. La ley estaba ahí, por encima de todos, vigilante, controlando, regulando todos y cada uno de los aspectos de la vida. Nadie tenia razón, solo la ley la tenía. Desapareció para siempre esa negociación de los griegos. Ese juego entre iguales en el que los jueces asignaban un ganador o un perdedor por sus argumentos, por su exposición, por su juego.
Todo el mundo se sumó a ello. Las religiones las primeras. Sometiendo todos a sus leyes, a sus tablas de la ley. Era un chollo que no podían dejar escapar. Todo el mundo por debajo de la ley y ellos dictándola.

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Recuerdos que no evolucionan. Amigos que son recuerdos vivientes. Reportajes de una época que vivimos. El pasado hoy. El pasado para siempre. Han dejado de filtrar realidad. Han dejado de percibirla. No la asumen. No pueden. Viven al margen. Como hizo mi abuela con la llegada del divorcio y el aborto.

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La objetividad no existe.

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El estrés no es trabajar mucho. El estrés es vivir en un callejón sin salida.

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Las cosas ya no son como antes. Ya hace tiempo que no son como antes. No volverán a ser nunca más como antes. No son como antes, no volverán a ser como antes y no hay posibilidad de vuelta atrás. Estoy al final del camino y todo lo que no es como antes y mañana tampoco lo será, ya no importa porque mañana igual no estoy. Avancé, hice las cosas como creí que las debía hacer y ahora, me da igual el como o la continuidad de las mismas. Cuando estoy en retirada, retirado, mantenido por los demás como yo mantuve a otros, veo la vida con una relatividad mucho más real, que relativa.