31 de desembre 2006

Cuaderno One - Page 17

Criterio. De repente esa persona que simboliza el criterio deja de hacerlo. Todo en lo que has creído hasta el momento ya no vale. El criterio no está posesión de nadie. El criterio no existe. Cualquier criterio es bueno, pero sólo el que nos conviene es válido de verdad, el que seguimos. Hartos ya de seguir, incluso nuestro propio criterio, el más egoísta de los actos, nos damos cuenta de que ni ese es válido. Una vez muerto el criterio empieza la libertad. La libertad en mayúsculas. El miedo se termina. El error no existe.

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Veintitrés millones de personas viven sin electricidad, teléfono y televisión. Veintitrés millones de afortunados disfrutan de la vida sin tres de los más absurdos avances de la humanidad. El puto paraíso.

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Que nada tiene sentido ya lo sabíamos. Los sabíamos por percepción propia. Percepción propia en uno mismo. Percepción del dolor. Dolor de la constatación. Dolor profundo. Dolor del desaliento. Desaliento del que se halla perdido. Perdido y consciente de que hallarse no existe. Hallarse es sólo una ilusión, un espejismo. Pero tampoco hacía falta hablar del tema. Ponerlo en evidencia. Hacerlo público una vez más. No hacía falta que los alargados puñales del dolor volvieran a penetrar en nosotros hasta producir ese profundo dolor del que sólo ellos eran capaces.

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Desilusión súper profunda que tiñe todo de más desilusión. De profunda decepción. De callejones sin salida. De salidas tapiadas. De días de lluvia sin paraguas andando por la calle, sólo, a la luz de las farolas, en busca de algún sitio en el que cobijarse. Sitio que no existe. Lluvia cada vez más intensa. Lentamente intensa. Frío que ya no lo es. Frío intenso que mata al frío. Dolor en la cara. Dolor de rictus facial. Rictus facial del frío. Esperanza perdida. Esperanza inexistente. Constatación de que la vida no apetece. Lluvia que ya da igual. Empapado absoluto que elimina la vida. Lado oscuro que cada vez es más oscuro. Dolor que cada vez es más dolor. Tristeza que cada vez es más tristeza. Rendición absoluta. Hasta el límite.

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Teléfonos que suenan. Sin cesar. Niños que lloran. Sin sentido aparente. Llamadas perdidas. Lágrimas en los ojos. Rastros. Mensajes. Mensajes que nos avisan de que tenemos mensajes. Gente que quiere comunicarse. A ultranza. Intromisión en vidas ajenas. Teléfonos sonando. Sin parar. Gente que quiere comunicarse.

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Berta. Berta llama a Omar. Omar ve sonar su teléfono. Identifica a su interlocutor. Berta. El teléfono no para de sonar. Berta llorando. Berta llamando la atención de Omar. Berta siempre llora. Llora o parece llorar. Omar se acuerda bien de la última vez. Omar no lloró, pero el dolor sigue en su cabeza. No coge el teléfono. Finalmente la llamada termina. El lloro se apaga.

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Lo único importante es como eres para los demás. De que color es tu pasaporte para ellos. Da igual como seas de verdad. Da igual lo que pienses. Da igual lo que sientas. Lo único realmente importante es saber como eres para los demás. De hecho, lo has sabido desde el principio. No soportarse, consiste en eso. En no querer ser lo que piensan que eres. No lo expliques más. No te esfuerces. Las explicaciones son en vano. Nadie hace caso de ellas. Pensamos lo mismo toda la vida. Nadie nos convence de nada. Ya estamos convencidos de antemano. Darle la razón a alguien, no es más que constatar que piensa lo mismo que nosotros.