31 de desembre 2006

Cuaderno One - Page 12

No tienen ni puta idea de fumar. Lo que le llaman fumar es esencialmente tragarse el humo, que no es lo mismo que llenarse la boca de humo para después volverla a vaciar.

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Tampoco voy a hablar de Ken Follet.

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No hay nada mejor que los procesos en los que el tiempo interviene de forma definitiva. Procesos que no pueden ser alterados. Procesos que tienen su propio ritmo. Necesitan su tiempo para llegar a ser algo y no malograrse por el camino. Nadie puede con ellos y dejarse llevar por el ritmo es algo parecido a dormir cuando tienes sueño y descansar cuando estas cansado. La noche siempre sigue al día de forma inexorable.

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Sólo te enamoras una vez en la vida. Las demás te lo parece. Sólo sientes una vez esas emociones.

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Vivía en un bajo y me pasaba largas horas sentado al lado de la puerta. Leyendo, escuchando música o simplemente no haciendo nada. Allí, sentado en la penumbra, esperaba que alguien entrara en la escalera para poder observarle por la mirilla. La realidad se deformaba en aquella lente y se mostraba pequeña, casi irrelevante. Irrelevante como las escenas que representaban en ella. El vecino del primer piso entra cojeando, duda de si subir a pié, pero finalmente coge el ascensor.

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Hay gente que le habla a los niños y hay gente que le habla a los perros, y ambos lo hacen igual. Alto. Con frases cortas. Siempre terminadas en exclamaciones si son órdenes, o en interrogante si son reflexiones. La repetición, como en la publicidad, es marca de la casa. El enfoque de todo ellos es, sin duda, como en la publicidad, directo, pero el efecto no es el deseado. Me levanto y me voy a casa, refugio social y acústico donde los haya.

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Por la mañana cuando me levantaba, cuando me incorporaba al día, a mi ritmo, sufría el tremendo atropello del discurso ametrallador de Ana. Siempre me inquietó como tenía tiempo de respirar. Estaba convencido de que hacia apneas. Miraba el reloj para ver el tiempo que tardaba en volver a respirar.

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Escupe sin girar la cabeza. Sin mover el gesto. Escupe como respira.

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Madre. Madre de niño con tics en los ojos. Madre nerviosa que come. Apresuradamente. Sin cesar. Come y piensa. Para ella misma. Mira al vacío. Mira hacia dentro de ella. Madre que viste mal. Madre que ahorra. Ahorra en ella para gastar en él. Hijo pequeño. Tímido. Tímido con tics en los ojos. Niño solo. Solitario. Que mira su plato y come. Que se apoya sobre la silla como si la acariciara.

Sigue mirando hacia adentro y solo le mira a él para sonreír y acariciarle la cara. Tímido para todo el mundo menos para su madre. Juega con los pies, que no tocan al suelo. Vida sencilla. Vida tranquila. Tranquila por un momento. Momento de tranquilidad madre-hijo. Madre que cuida. Madre cariñosa. Madre que mima. Madre que sonríe. Madre que vuelve en sí cuando él le dice algo. Niño imperfecto. Niño con defectos visibles. Visibles solo para los demás. Madre con aspecto de pescadera, o dependienta de una pollería. Madre soltera por amor. Amor a quien no lo merecía. Madre que convive, en su interior, con la amargura del amor no correspondido. Madre que ama en silencio el fruto de ese amor. Vida real, en tiempo real. Madre paciente que deja comer al niño a su ritmo. Ritmo de niño comiendo. Niño que disfruta de la atención prestada por su madre. Que sonríe en cada mordisco. Madre que se acaba lo que el niño no come. Niño que pide. Pide la mano de su madre para tocarla y sonreír.

Voy a decírselo. Me acerco. Se lo digo. Tienes mucha suerte. Tienes un niño precioso. Tienes amor.

Pies pequeños, corazón grande.

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Mi hermano bailó al ritmo de la música que sonaba hasta que se volvió loco. Durante un tiempo permaneció inútil para el baile. Se puede decir que el baile, mató al bailarín. Como un juguete roto, vagó por habitaciones cerradas en busca de sus otros yo. Atravesó sudor, pesadillas, ilusiones, insomnio y espejismos, hasta encontrarse con sus sueños. Soñó, soñó despierto. Soñó con nuevas músicas. Cayó al suelo, se levantó, lo intentó de nuevo, pero fue inútil. Paró la música. Se bajó de sus sueños.